Sigue la vida breve,
su rotación serena
ya del setenta y nueve,
llegó la noche buena.
Esta noche que
el mundo,
canta y panderetea
que apreciable y profundo,
silencio me rodea.
Pernocto en mi
cabaña,
solo como la una
la rocosa montaña,
blanquea con la luna.
Solo el gemido
grave,
de tarde en tarde suena
de un búho que no sabe,
cantes de noche buena.
Y es, este
infinito,
silencio sepulcral
mi mundo favorito,
mi gloria terrenal.
Y cuanto más
me pierdo,
en la soledad sombría
mas me da, tus recuerdos,
su grata compañía.
Y en la noche
callada,
cuando mas solitario
como invisible hada,
sigue mi itinerario.
Y a mi mayor
destierro,
me seguiría urgente
con él, los ojos cierro,
y te tengo presente.
Los cielos no
te den,
recuerdos tatuados
de esos que se ven,
con los ojos cerrados.
De esos que se
vienen,
aunque se encuentren lejos,
y perfecta mantienen
de la causa el reflejo.
Unos junto al
rio,
otros cerca del mar
otros de aquel estío,
que al jardín fui a buscar.
¿Crees que
todo eso,
olvidárseme pueda?
es que a ti nada impreso,
en el alma te queda.
Siendo así,
creo sita,
fundado mis recelos
en tu pecho palpita,
un corazón de hielo.
Pensar de
darle amor,
es pensar la locura
y darle a un escultor,
la vida a una escultura.
Noche de
idolatría,
al curso de la Historia,
bien venido el Mesía,
tráiganos paz y gloria.
El mundo canta
y ríe,
y a mi, solo y pensante
tus recuerdos me engríen,
con él, tengo bastante.
Y en su pálido
celaje,
muriendo el sol se envolvía
y en la sombra se perdía,
la belleza del paisaje.
José Sancho Rodríguez.
No hay comentarios:
Publicar un comentario