sábado, 25 de enero de 2014

MAGDALENA


              
Cierto es que te pretendí,
Magdalena cuando niña
y que en toda la campaña,
Busqué flores para ti.
Y tu de mí freno sí,
Te reías tan serena
Magdalena.

 Negarlo sería necio,
Que te quise con delirio
Y que mi amor, el martirio
Hirió de tanto desprecio.
Pero siendo firme y recio,
Puede romper su cadena
Magdalena.

 Como supiste jugar,
Con mi corazón de niño
Cuánto tiempo mi cariño!
Me hiciste de esperar!.
Mientras con otro a bailar,
he ibas a la verbena,
Magdalena.

 Hoy dices que arrepentida,
Lloras tu desilusión
Así Magdalena son
Los contrastes de la vida.
Yo, a curar mi triste herida,
Me fui, muy en hora buena
Magdalena.

 No llegaste a presentir,
Que jugar con dos barajas
Más pérdidas que ventajas
Te podía producir.
Yo deploro tu sentir,
Y en verdad que me da pena
Magdalena.-

 Y el calor puedo ofrecerte,
De la amistad más sincera
Y mi felicidad fuera
Siempre feliz, poder verte.
¿Pero volver a quererte?
El pensarlo me enajena
Magdalena.

 Si flores te fui a coger,
Por el campo y no me pesa
“plato de segunda mesa”.
 me pasaría de ser.

 Jose Sancho Rodríguez

miércoles, 22 de enero de 2014

ETERNAS CICATRICES.

  Cuantos rubicanes tiene,
el camino de la vida
por él va el alma perdida,
a lo que el destino ordene.

  Casi al tiento, como un ciego,
camina el grande y el chico
el más pobre y el más rico,
el más sabio y el más lego.

  Ignorando en absoluto,
si va tras dichas o daños
si vivirá muchos años,
o será el postrer minuto.

  Aunque la antorcha lo alumbre
de la gran Filosofía
trémulo su paso guía,
inmerso en la incertidumbre.

La vida, es la batalla,
de curso imperecedero
en la que todo se halla,
supeditado el dinero.

  hay que hacerse de él,
sin repara en el modo
venga envuelto con laurel,
o venga revuelto en lodo.

  Siempre nos hace feliz,
y nunca ensucia el bolsillo
pero a veces, deja el brillo,
invisibles cicatrices.

  Luego al llegar la gran hora,
la parca, no tiene amigos
ni sirvientas ni señoras,
ni príncipes ni mendigos.

  Sin razón ni rituales,
nos bendice y nos saluda
y severa nos desnuda,
de las prendas terrenales.

  Sólo en el cuerpo nos queda,
para el Juicio postrero
las cicatrices que puedas,
habernos hecho el dinero.

     Bonitos versos para los tiempos que corren.

        José Sancho Rodríguez.




sábado, 18 de enero de 2014

LA REINA PASTORIL

  Era una pastorcilla,
inquieta y presunciosa
pero ingenua y sencilla,
como una mariposa.

  Era la benjamina,
del hogar pastoril
y de encina en encina,
extendía el redil.

 Amanecía en ella,
la aurora del amor
esa aurora tan bella,
que da tanto esplandor.

 Ella, tarde y temprano,
a su rebaño acude
su padre, ya anciano,
precisa que le ayude.

 En las vacantes horas,
labraba el fértil huerto
de las aves cantoras,
escuchando el concierto.

 Y en las horas de estío,
primavera y verano
se bañaba en el río,
que pasaba cercano.

 Vivía en dulce calma,
cual virgen inocente
sin sombras en el alma,
sin machas en la frente.

 Parecía orgulloso,
al seguirla, el rebaño
atento y sigiloso,
antes un posible daño.

 Haciendo un carnaval,
un columpio en un pino
un apuesto chaval,
se cruzó en su camino.

 La flecha del cupido,
tocó aquel corazón
que nunca había oído,
del amor el pregón.

 Raptó  el gavilán,
a la torcaz paloma,
que arrulló en el diván,
del pino de la loma.

 En lúbrica locura,
con ella, jugó a todo
por la límpida altura,
y por el bajo lodo.

 En la corrupta urbe,
llevada de improviso
la pastorcilla impúber,
no fue como ser quiso.

 Cuando alguna doncella,
el rebaño, oteaba
creyendo que era ella,
tristemente "balaba".

 Pero volver no quiso,
dicen que está en el pino
el columpio que hizo,
y que suena su trino.

 Fue su primer amor,
y su último abril
no quiso sin honor,
ser reina pastoril.

       Bonito verso de amor.

      José Sancho Rodríguez.

martes, 14 de enero de 2014

MIS PREFERENCIAS

  Me justa cuando la aurora,
despunta en el horizonte
irme a la orilla del monte
a oír la fauna cantora.

  Y ver la turba que mora,
montaraz en la espesura
que otea en la noche oscura,
por las vaguadas cercana
y al alba de la mañana
vuelve a morada segura.

  Me gusta ver la perdiz,
prodigando a sus polluelos
sus maternales desvelos
cual la madre más feliz.

  Y a la veloz codorniz,
camuflada en el follaje,
transmitiendo su mensaje,
a su compañero ausente
que ante peligro eminente
voló a lejano paraje.

  Y al gazapillo insensato,
me gusta ver cauteloso
cuando el astuto raposo
detecta por el olfato.

  Y haciendo un alarde innato,
de su instinto natural
la cauta plebe serval,
de nuevo hasta que anochece
que se sumerge parece,
cual cosa hipogenial.

  Pobre familia que inerme,
en la defensa oscuridad
sólo cuando el hombre duerme
goza de  su LIBERTAD.

  Me gusta cuando despierto,
en una invernal mañana
mirar desde la ventana
de nieve el suelo cubierto.

  Y como expresar no acierto,
tan infinita belleza
como al que un santo rezo,
una salmo laico y sencillo
orándole me arrodillo
a la gran Naturaleza.

  Y me agrada cuando un río,
turbulento y desbordado
arrasando ve el callado,
en infernal desafío.

  De su inmenso poderío,
me fascina la realeza
me enardece y me humilla
hasta orarle de rodilla
a la gran Naturaleza.

         Bonitos versos a la Naturaleza.

        José Sancho Rodríguez.