sábado, 18 de enero de 2014

LA REINA PASTORIL

  Era una pastorcilla,
inquieta y presunciosa
pero ingenua y sencilla,
como una mariposa.

  Era la benjamina,
del hogar pastoril
y de encina en encina,
extendía el redil.

 Amanecía en ella,
la aurora del amor
esa aurora tan bella,
que da tanto esplandor.

 Ella, tarde y temprano,
a su rebaño acude
su padre, ya anciano,
precisa que le ayude.

 En las vacantes horas,
labraba el fértil huerto
de las aves cantoras,
escuchando el concierto.

 Y en las horas de estío,
primavera y verano
se bañaba en el río,
que pasaba cercano.

 Vivía en dulce calma,
cual virgen inocente
sin sombras en el alma,
sin machas en la frente.

 Parecía orgulloso,
al seguirla, el rebaño
atento y sigiloso,
antes un posible daño.

 Haciendo un carnaval,
un columpio en un pino
un apuesto chaval,
se cruzó en su camino.

 La flecha del cupido,
tocó aquel corazón
que nunca había oído,
del amor el pregón.

 Raptó  el gavilán,
a la torcaz paloma,
que arrulló en el diván,
del pino de la loma.

 En lúbrica locura,
con ella, jugó a todo
por la límpida altura,
y por el bajo lodo.

 En la corrupta urbe,
llevada de improviso
la pastorcilla impúber,
no fue como ser quiso.

 Cuando alguna doncella,
el rebaño, oteaba
creyendo que era ella,
tristemente "balaba".

 Pero volver no quiso,
dicen que está en el pino
el columpio que hizo,
y que suena su trino.

 Fue su primer amor,
y su último abril
no quiso sin honor,
ser reina pastoril.

       Bonito verso de amor.

      José Sancho Rodríguez.

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