viernes, 21 de febrero de 2014

ESPERA DESESPERABLE



 Siendo una insensatez,
el persistir en ello
quisiera que otra vez,
me dijeras aquello.

 Aquello que aquel día,
me dijiste en el camino
e la serena ría,
a la sombra de un pino.

 Es algo que al instante,
recuerdo siempre al verte
algo que acompañante,
es mío hasta la muerte.

 Dijísteme al oído,
con frases muy elegantes
que me hubieras querido,
de haber llegado antes.

 !Esto quizás te asombre!,
dijísteme turbada
pero ya de otro hombre,
estoy enamorada.

Aquella confesión,
tan espontanea y breve
cayó en mi corazón,
como un copo de nieve.

 Tu voz fue siempre un trino,
que disipó mí pena
cual ruiseñor andino,
cual canto de sirena.

 Y aquel día tu eco,
he lome cual brisa
 mí organismo en seco,
paró aquella premisa.

 No solo me asombró,
la confesión aquella
sino que se eclipsó,
para siempre mi estrella.

 Empecé cuando niño,
cuando te conocí
a crear un cariño,
especial para ti.

 Y pensando en bandeja,
a la luz de un lucero
servírtelo en tu reja,
diciéndote te quiero.

 Cuanto tiempo soñando,
cuanto soñar en balde
cuanto tiempo esperando,
y haber llegado tarde.

           José Sancho Rodríguez.

miércoles, 12 de febrero de 2014

MI PRIMERA COMUNIÓN



Yo hice con la pobreza,
mí primera comunión
¡bendita mí vocación,
que termina como empieza!.

Fui mayo miembro de una,
prole, pobre y numerosa
vetado por la fortuna,
esa hada caprichosa.

 Era un simple “porquerillo”
para lo cual no servía
que por algo muy sencillo,
en la casa, serlo urgía.

 Con chaquetón de paño,
que transfirió mí abuelo
recibía fresco baño
que me regalaba el cielo.

 Tanto líquido absorbía,
el antiguo paño aquel
cuyo peso se crecía
hasta no poder con él.

 Colgábalo en una rama,
para que algo escurriera
en un silencios drama,
que recordar no quisiera.

 Los alpargates de esparto,
se en barraban  más y más
y adheridos al asfalto,
se me quedaban detrás.

 Alguna parcela seca,
buscaba inti tuvo
en la polismosa  hueca,
de algún centenario olivo.

 No era allí, cosa extraña,
en tenerse que enfrentar
con el ciempiés o la araña,
propietario del local.

 Los cerdos aprovechaban,
mi natural desconcierto
y cementeras buscaban,
hacia el pueblo, a campo abierto.

 Con una puerca preñada,
y un lechón patiquebrado
temeroso a la llegada,
ponía rumbo al poblado.

 Ya un guardia rural tacaño,
de aquellos de placa en el pecho
había cursado el daño,
que los cerdos habían hecho.

  Mi pobre abuela tan buena,
con su bondad, me absorbía
de la temida condena
que pienso no merecía.

 En el umbral me sentaba,
no sé en qué pensando fijo
y un chico antes mi pasaba,
que del alcalde era hijo.

 Con los libros bajo el brazo,
que de la escuela venía
y el corazón a pedazos,
al suelo se me caía.

 Y en mí onírica quimera,
y casi odiando a mi padre,
me decía !quien pudiera
ser el hijo del alcalde!.

 Pero desterrando aquel,
pensamiento tan mezquino
refugiándome en él,
paraíso de mi sino.

 Y sin ambición alguna,
con clara y cristiana idea
he conseguido que sea,
la pobreza mi fortuna.


  José sancho Rodríguez.

domingo, 9 de febrero de 2014

NO MUELE NINGUN MOLINO


 NO MUELE NINGUN MOLINO

 
Siempre te dije mujer,
la vida son sueños vanos
la alegría y el placer,
se nos va de entre las manos.

 Te advertía cual fugaz,
resulta la juventud
y lo mudable falaz,
de su deslumbrada luz.

 La ilusión que nos incita,
a perseguir los deseos
como una flor se marchita,
por diversos ajetreos.

 La quimérica lujuria,
tan cargada de erotismo
a rapidísimo ritmo,
reduce a cero su furia.

 Todo queda reducido,
en un recuerdo pasajero
que el sepulcro del olvido,
suele ser su paradero.

 Siempre te hablé en serio,
de tan sinóptico axioma
y todo su magisterio,
era para ti una broma.

 No sé si tu inercia humana
o tu imperiosa deber
te hacían retroceder,
siempre diciendo mañana.

 Y de tus ojos el fuego,
ibame creando agravios
que me mitigaban luego,
la frescura de tus labios.

 Y el tiempo siempre tirano,
hora tras hora pasando
nos seguía  secuestrando,
la dicha de entre las manos.

 Ya nada tiene remedio,
tiempo y ausencia han triunfado,
y casi nos causa tedio
el recuerdo del pasado.

 Para que perder miradas,
hacia el andado camino
si con las aguas pasadas,
no muele ningún molino.

     José Sancho Rodríguez.

lunes, 3 de febrero de 2014

LA FLOR DE TODAS LAS FLORES


Sin la virtud del amor,
la mujer, es un axioma
cual axiomática flor,
sin la virtud del aroma. 
Si del amor habla en broma,
es cual flor que se mece
y a todo viento obedece,
sin pensar que en el vaivén
cada día el cien por cien
su encanto desaparece.
Es, la mujer que presuma,
que en el amor no se enrola
flor de envidiable corola,
pero sin ningún perfume. 

Y cuando el amor se entume,
en fragante juventud
suele volverse a la cruz
mas pesada y más temida,
que arrastrar pueda una vida
de la cuna al ataúd. 

 Pero siendo la mujer,
santuario del amor
cual una inodora flor,
no debe permanecer. 

Nació, para disolver,
del hombre los sinsabores
ha tenido y lo tendrá,
la flor de todas las flores 

  Bonitos versos de amor nos narra el

Poeta José Sancho Rodríguez.