lunes, 21 de marzo de 2011

AL ALCALDE DE LA VILLA

AL ALCALDE DE LA VILLA


Aunque el tiempo ha prometido
algo mejor, hasta el día,
este año hemos sufrido,
la más pertinaz sequía.
No ha podido San Clemente,
ponerse este invierno el gorro
ni nuestra modernas fuentes,
enderezar bien sus chorros.
La mujer que el suministro,
de agua tiene que hacer
ésa por ningún registro,
el sueño puede coger.
La que no tiene auxilio,
de fuentes interurbanas
en perenne privilegio,
viven igual que las ranas.
Sobre el borde de la fuente,
sus tristes horas acortan
moviendo en cada incidente,
mil cosas, que no les importa.
Y lo que más le irrita,
es cuando en el mismo chorro
el cántaro se le quita,
para llenar el Cotorro.
A que la pájara cante,
puede esperar todo el día
allí si espera un instante,
ciertamente se extravía.
Por estas y otras razones,
hemos pasado el invierno,
echando en oraciones,
hacia nuestro Padre Eterno.
¿Agua? eran nuestros gritos,
con sentimientos profundos
¿agua? Salvador Bendito,
que se está quemando el mundo.
Pero quien con mas fervor,
se hincaba de rodilla
fue casi siempre el señor,
alcalde de nuestra Villa.
Ni en su casa ni en la calle,
ni en ningún sitio que iba
se le escapaba un detalle,
que no fuera en rogativa.
Él, no distinguía santos,
de la corte celestial
importunaba sin llantos,
a todos en general.
Cierta persona me dijo,
que fue sorprendido un día
a los píes de un crucifijo,
y estas palabras decía.
¿OH? Dios misericordioso,
escucha desde esa Cruz
a este menesteroso,
que no encuentra ya un filú.
Que por pagar se desvela,
y a buscar ya no se atreve
si allá por las cabezuelas,
en pocos días no llueve.
Mi negocio esta tan turbio,
y en ti, está la salvación
manda aunque sea un diluvio,
y darnos un refrescon.
Y si puedes mientras tanto,
por mitigar mis apuros
a ver si hay algún santo,
que me preste tres mil duros.
Se lo pegaré si puedo,
con un interés crecido
y como un buen cristiano,
le viviré agradecido.
Para último de Mayo,
he de llevarlos al banco
y si en esta cuenta fallo,
no me salvará ni Franco.
En este triste calvario,
se aumentaran las ruinas
si el Sr. Veterinario,
no me cura las gallinas.
El hombre dice que quiere,
estudiar el caso bien
y toda la que se muere,
la echamos en la sartén.
En tan lógico aparato,
las vamos examinando
que por grande que sea el plato,
nos quedamos rebañando.
Esto parece notorio,
y no faltará quien diga
que nunca un laboratorio,
se ha llevado en la barriga.
Pues en esta vida estoy,
que todos los pasos yerro
y en el puesto no le doy,
ni a un pájaro como un cerro.
Pero ¡en fin! Señor bendito,
perdona si te incomodo
manda lo que necesito,
que ya se arreglará todo.
Y terminando la oración,
se santiguó bien la testa
se merendó un salchichón,
y se fue a dormir la siesta.


Estos versos los hizo el Poeta Sancho allá
por los años 1.940, cuando en los pueblos no había
grifos en las casas solamente una fuente para todo
el pueblo, pero una vez leída detenidamente se la
recomiendo al Gobierno para la oposición para que hagan
como dicen estos verso comparándolos con la crisis.