miércoles, 19 de marzo de 2014

PRESENTACIÓN


 Yo soy de  aquella gente,
por la historia olvidada
del corazón silente,
y la faz demacrada.

 Curtida por el frío,
y el calor natural
por el sol del estío,
y la brisa invernal.

 Cargados de trabajos,
ligero de alimentos
vestido con andrajos,
y arando con jumentos.

 Arando mientras veían,
el surco en la besana
y con el alba uncían,
de nuevo en la mañana.

 Con polvo y con barro,
no importa el camino
cual héroe bizarro,
retando a su camino.

 Yo soy de aquella gente,
que arrastraban cadenas
riendo alegremente,
por no llorar sus penas.

 De aquellos pobres seres,
que no usaban reloj
que a hijos y mujeres,
nunca veían con el sol.

 Era tanta miseria,
y tal, la oligarquía
que estando de histeria,
todo se obedecía.

 Reyezuelos sin tronos,
con sumisos lacayos
y obreros y colonos,
la escolta de vasallos.

 Víctima de la usura,
el hambre y la opresión
corrían la aventura,
corrían la aventura,
de cierta emigración.

 Yo soy de aquella gente,
del pretérito oscuro
el injusto presente,
y el dudoso futuro.

 Por eso mis cantares,
y líricos poemas
del campo y sus pesares,
son palpitante esquemas.

 Porque un hombre un revés,
sufre en cualquier destino
pero el más pobre es,
mi hermano el campesino.

               José Sancho Rodríguez.

viernes, 14 de marzo de 2014

LA NOVELA DE LA VIDA


   
 Andando la gente,
que no te acuerdas de 
síguelo diciendo así
como una mujer decente,
cuando pases por mi lado
echa el hiriente pasado
al sepulcro del olvido,
que en esta lid has ganado
tanto como yo he perdido.

 Dices que no me conoces,
con fingida seriedad
y yo digo que es verdad
para que esa dicha goces,
o puedes decir a voces
en honor a ese marido,
que el cielo te ha concedido
que la fortuna derrama,
y en aristócrata dama
con ella te ha convertido.

 Que te ofrece perlas finas,
abundante pedrería
mientras que yo te ofrecía
un ramo de clavellinas,
él te envuelve en bambalinas
y yo extremado mi celo
te regalaba un pañuelo,
del color de las Palmeras
con el que en comparas giras
te recogías el pelo.

 Y así podría quererte,
con un amor verdadero
de signo imperecedero
que solo borra la mente,
siempre podría ofrecerte
su inagotable tesoro
y versos cantarte en coro
pero siempre un amor pobre
una mina de mal cobre
nunca puede dar buen oro.

 Al fin vivo satisfecho,
con que seas tan dichoso
¿para que quieres una esposa
que tiene el cielo por techo?
la soledad aprovecho
viendo cual la humanidad,
cultivando la verdad
también a veces se engaña,
y que no hay mejor campaña
que la propia soledad.

 Suelo ir a la colina,
al lugar donde vivía
y por carnaval hacía,
aquel columpio en la encina,
en la mansión ya en ruina
donde siempre te encontré,
hace poco pernocté
y en el caserón desierto
soñando, pero despierto,
cuantas cosas recordé.

 Todo pasó por mi mente,
con exacta precisión
dándome la sensación
de que te hallabas presente
oía tu voz saliente
cuando el helado enero
me decía ya el lucero
se está poniendo amor mío
congelando va el rocío
y se escurece el sendero.

 Recordé junto a la ría,
el pino verde tupido
donde colgaba su nido
la oropéndola bravía
quien iba a pensar que un día,
te habías de alojar
para el pasado olvidar
y del presente vivir
y yo de presente huir,
para el pasado soñar.

 Para que la vieja encina,
y el tupido pino verde
la odiosa me recuerde
que mi existencia ilumina
pero el lucero declina
la luna también riela
y sobre mí se congela
el escarchado rocío
y nadie dice amor mío
la vida es una novela.

     José Sancho

domingo, 2 de marzo de 2014

AUTOCRUCIFICACIÓN

No hay cual la mía desventura,
al hombre que me ama, odio ingrata
y al que me tiene un odio, que me mata,
le quiero con delirio de locura.
 
Del que su amor me ofrece con ternura,
la indulgencia, el odio me desata
y el que tanto me insulta, y me maltrata,
con la ofensa disipa mi amargura.

 No comprendo si soy la enamorada,
o una esquizofrénica amargada
que entre las llamas, de amor inmola.

Pero hiriendo al hombre que me quiere,
y queriendo al que cruel me hiere
me estoy clavando en mi cruz yo sola.

   José Sancho Rodríguez.