viernes, 14 de marzo de 2014

LA NOVELA DE LA VIDA


   
 Andando la gente,
que no te acuerdas de 
síguelo diciendo así
como una mujer decente,
cuando pases por mi lado
echa el hiriente pasado
al sepulcro del olvido,
que en esta lid has ganado
tanto como yo he perdido.

 Dices que no me conoces,
con fingida seriedad
y yo digo que es verdad
para que esa dicha goces,
o puedes decir a voces
en honor a ese marido,
que el cielo te ha concedido
que la fortuna derrama,
y en aristócrata dama
con ella te ha convertido.

 Que te ofrece perlas finas,
abundante pedrería
mientras que yo te ofrecía
un ramo de clavellinas,
él te envuelve en bambalinas
y yo extremado mi celo
te regalaba un pañuelo,
del color de las Palmeras
con el que en comparas giras
te recogías el pelo.

 Y así podría quererte,
con un amor verdadero
de signo imperecedero
que solo borra la mente,
siempre podría ofrecerte
su inagotable tesoro
y versos cantarte en coro
pero siempre un amor pobre
una mina de mal cobre
nunca puede dar buen oro.

 Al fin vivo satisfecho,
con que seas tan dichoso
¿para que quieres una esposa
que tiene el cielo por techo?
la soledad aprovecho
viendo cual la humanidad,
cultivando la verdad
también a veces se engaña,
y que no hay mejor campaña
que la propia soledad.

 Suelo ir a la colina,
al lugar donde vivía
y por carnaval hacía,
aquel columpio en la encina,
en la mansión ya en ruina
donde siempre te encontré,
hace poco pernocté
y en el caserón desierto
soñando, pero despierto,
cuantas cosas recordé.

 Todo pasó por mi mente,
con exacta precisión
dándome la sensación
de que te hallabas presente
oía tu voz saliente
cuando el helado enero
me decía ya el lucero
se está poniendo amor mío
congelando va el rocío
y se escurece el sendero.

 Recordé junto a la ría,
el pino verde tupido
donde colgaba su nido
la oropéndola bravía
quien iba a pensar que un día,
te habías de alojar
para el pasado olvidar
y del presente vivir
y yo de presente huir,
para el pasado soñar.

 Para que la vieja encina,
y el tupido pino verde
la odiosa me recuerde
que mi existencia ilumina
pero el lucero declina
la luna también riela
y sobre mí se congela
el escarchado rocío
y nadie dice amor mío
la vida es una novela.

     José Sancho

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