Dios y los hombres
Obrero que a trabajar,
te mandó Dios a la tierra
para de ella sacar,
cuantas riquezas encierra.
Deja el trabajo un segundo,
seca el sudor de tu frente
y en lo que haces en el mundo,
piensa detenidamente.
Piensa que mientras trabajas,
cumples preceptos cristianos
pero ves cual tus ventajas,
te arrebatan de las manos.
Mira cual la mayor parte,
se suelen de dedicar
al sofisticado arte,
de vivir sin trabajar.
Busca a Dios en las tinieblas,
donde lo esconde el egoísmo
encarna en ti su doctrina,
y harás un Dios, de ti mismo.
Inmerso en el resplandor,
de su redentora luz
sentirás hasta el dolor,
que por ti, pasó en la Cruz.
De cólera, harás, templanza,
y del orgullo, humanidad
del oído y de la venganza,
forjarás, la caridad.
Y si un ingrato
te humilla,
y descargas tu furor
pondrá la otra mejilla,
cual lo hacía el redentor.
Dirá el mundo que estás loco,
que sandeces vas haciendo
pero luego poco a poco,
tu obra, irá, comprendiendo.
Mas nunca produzcas pan,
para el saludable hermano
que siendo esbirro holgazán,
presuma de ser cristiano.
Es aventurado y grave,
considerarse
cristiano
tal virtud, casi no cabe,
en el corazón humano.
¿Quién renuncia al orgullo,
de la superioridad?
¿Quién no se duerme al arrullo
del lucro y la vanidad?.
¿Quién resiste la avaricia
que las bondades decena
y no guía la justicia
siempre por la puerta ajena?.
Así Dios, esta ofendido,
aunque todo lo perdona
ver un cristiano fingido,
que degrada su persona.
Esta disconforme y triste,
al contemplar que en la tierra
para los hombres existe,
también, la escuela de guerra.
Y que a la gloria se llega,
predicando con metralla
y siendo un buen estratega,
en los campos de batalla.
Y que el más sabio del mundo,
será en la posteridad
el que menos de un segundo,
destruya, la humanidad,
El que invente el artefacto,
que contando hacia tras
pueda en un espacio exacto,
aniquilar lo demás.
Mas esos sabios lo saben,
va en el Génesis, previsto
que cuando mueran no caven,
en el Reinado de Cristo.
Pero a ellos no le importa,
ganar el descanso eterno
otra gloria los exhorta,
aunque bajen, al Averno.
Ve con flagelante pena,
que el mundo, es el escenario
en el que sigue en escena,
la tragedia del calvario.
Ve la tierra detentada,
del más arbitrario modo
unos, sin tener de nada,
otros sobrándole todo.
Ve esta lucha sin perdón,
nacida bajo el inflijo
de la eterna colisión,
de la miseria y el lujo.
Esa implacable tormenta,
que obra, de la paz, en nombre
y que el mismo hombre inventa,
para dominar al hombre.
Esa salvaje clemencia,
que en olas intermitentes
hace acto de presencia,
por todos, los Continentes.
Siembra la muerte iracunda,
polvoriza, las ciudades
y los ámbitos inunda,
de horror, y calamidades.
Para la paz en Ginebra,
un Iris, fue levantado
y siempre el arco se quiebra,
también por lo más delgado.
Será el eterno error,
querrá con guerra, acabar
se acabaría mejor,
muriendo, por no matar.
Bonitos
versos nos narra el Poeta Sancho, entre lo
que Cristo quería para los obreros.
José
Sancho Rodríguez.