Aunque tenga mi memoria,
que hacer un esfuerzo ingente
voy a narrar una historia,
aunque no haya quien la cuente.
Es la historia
de una villa,
que pasa casi ignorada
porque en la aportada orilla,
la creó Dios de la nada.
Si no miente
la leyenda,
esta villa nació en una
ilimitada hacienda,
del Señor Duque de Osuna.
Villanueva de
San Juan,
de creación andaluza
mucha leña, poco pan,
y sin aceite en la alcuza.
Y por tan
obvias razones,
han ido dejando en ella
de su pobreza, la huella,
todas las generaciones.
Entre montes y
encinares,
la villa que se reseña
sufrió miles avatares,
convirtiendo en pan la leña.
Sus primeros
habitantes,
fueron unos carboneros
con algunos trashumantes,
audaces picapedreros.
La caza por
los breñales,
y la pesca en el Carbones
eran las dos principales,
fuentes de sus provisiones.
Instalaron sus
cobijos,
alrededor de un pilar
donde nacían sus hijos,
sin poderse bautizar.
Y donde un
cristiano ejemplo,
el Señor Duque ordenó
que se le hiciera un templo,
y la orden se cumplió.
Una Iglesia
con sus santos,
con su torre y sus campanas
servida por unos cuantos,
religiosos con sotana.
Los errantes
pobladores,
siguieron en los choz ajos
consumiendo sinsabores,
entre miserias y andrajos.
Una gente
laboriosa,
modelos de ciudadanos
ni atea ni religiosa,
pero de instintos cristianos.
Con telarañas
por galas,
en misérrimos hogares
pagaban sus alcabalas,
para adornar los altares.
Y en, oyendo
la campana,
de anunciar la Santa Misa
la harapienta caravana,
iba a la Iglesia de prisa.
la iglesia no
es caso extraño,
es su mejor monumento
y en ciento veintitrés años,
mayor que su Ayuntamiento.
Sus
primitivas viviendas,
cuentan que era una pena
unas raras componendas,
de ramas, piedras y arena.
Las calles por
empedrar,
cubiertas de vegetales
donde solían pastar,
los escasos animales.
Pero nunca la
heded,
que a muerte le combatía
pudo mermar la honradez,
que de orgullo le servía.
Y en premio a
su rectitud,
el Señor Duque de Osuna
quiso el peso de su cruz,
aliviar de forma alguna.
El ínclito
reyezuelo,
le remordió la conciencia,
verlos en prestado suelo,
y él, en tanta opulencia.
Los arenga los
alienta,
a ser mejores que buenos
y ofrece a renta y venta,
los ocupados terrenos.
En la leonina
nave,
casi todos embarcaron
bajo un temporal tan grave,
que muy pocos se salvaron.
Sufrir por
partida doble,
era condición de vida
pero para un pueblo noble,
no hay esperanza perdida.
Organizan poco
a poco,
su precaria agricultura
y más, pronto surgió el foco,
de explotación y de usura.
Medio centenar
de hombres,
de los por Dios escogidos
lograron dejar sus nombres,
en la época Esculpidos.
Prestamos al
cien por cien,
a los colonos le hacían
y por tan humano bien,
de sus votos disponían.
Por un salario
mezquino,
jornadas de sol a sol
procedimiento divino,
del religioso español.
Pero el
labriego sector,
ni se altera ni se arredra,
viendo que con su sudor
él, es el que menos medra.
Y como pueblo
tranquil,
de labriegos caballeros
en él, hallaban asilo,
los antiguos bandoleros.
Sus oscuros
arrabales,
frecuentaba el Vivillo
Juan caballero y Pernales,
y el temible Tempranillo.
Los que fuera
de la Ley,
sembraban tantos temores
eran con la humilde grey,
piadosos benefactores.
Nadie los
delataría,
al paso con sus corceles
ni en toda la serranía,
le ladraban los lebreles.
Quemó el
tiempo aquella etapa,
que a los pudientes aterra
y son borrados del mapa,
los bandidos de la sierra.
Y se crea un
bandidaje,
oculto entre bambalinas
que alcanza un gran porcentaje,
en las grandes oficinas.
Un respetable
señor,
con manto de gran persona
se hace hermano mayor,
de la divina Patrona.
La villa con
devoción,
cada cual dona una cosa
por sacar en profesión,
la patrona más hermosa.
Unos someten
dinero,
oteros limpios cereales
que pasaban al granero,
y a las arcas mayorales.
Pero sin una
protesta,
nadie da quejas ni gritos
y resignación les presta,
su patrón San Juan Bendito.
Surge un
bipartidismo,
conservador liberal
y a aunque no dicen lo mismo,
ambos hacen igual.
Era un duelo
temerario,
el que cogía el bastón
al derrotado adversario,
no le tenía perdón.
El reparto
del consumo,
resultaba un bombardeo
que no se esfumaba el humo,
hasta el próximo ajetreo.
Y en su
batalla campal,
desde Sevilla azuzados
los lideres al final,
morían arruinados.
Llegó Primo de
Rivera,
a sus cuarteles de invierno
y con testaferros llega,
a controlar el Gobierno.
A aquel hombre
que intentó,
descacicar a España
fuera de ella murió,
y en circunstancias extrañas.
La República
murió,
en los primeros ensayos
y no se le permitió,
de rectificar sus fallos.
De los
franquistas cruzada,
se van borrando las huellas
la villa quedó enlutada,
con la razón o sin ella.
Sufrir por
partida doble,
sigue mandando el destino
pero para un pueblo noble,
no existe más que un camino.
Se van durmiendo
las penas,
y cesa el público llanto,
y de las tristes escena,
se va extinguiendo el espanto.
El pueblo
recapacita,
y se aprieta el cinturón
comprende que necesita,
trabajo, paz y perdón.
Haciendo un
balance a fondo,
del conflicto y sus efectos
hay un déficit redondo
millón y medio de muertos.
A esta villa
corresponde,
algo masque un centenar
que no se sabe ni donde,
los mandaron a enterrar.
Beneficios, no
saben,
lección que es justo que se aprenda
aquí no se sabe quien
medirá esta contienda.
La clase media
se ha unido,
con el alza salarial
y la clase humilde ha huido,
porque no hay quien de un jornal.
Mucha calma
siguen yermas,
nadie las quiere sembrar
y los olivos enfermos,
no los dejan de arrancar.
Los huertos
crían zarzales,
los ranchajes en ruinas
si no cambian las señales,
la agricultura declina.
Aquí al grande
y al chico,
legal o extralegal
nos esta haciendo el fisco,
la seguridad Social.
Unos, cobramos
pensión,
otros, cobran desempleo
y comunitarios son,
todos los demás, me creo.
Es difícil
predecir,
si de ste facilón modo
podrá España resistir,
tan prolongado periodo.
No hay
desorden ni desvanes,
en esta apartada villa
y no quieren ni los canes,
el tocino y la morcilla.
Aquí, no
existen rapiñas,
de tironeros vulgares,
no tiene guardas las viñas,
los huertos ni melonares.
Quien esta
historia no crea,
en tiempos tan conflictivos
que se alargue y que lo vea,
tal como aquí, lo describo.
José
Sancho Rodríguez.