martes, 23 de agosto de 2011

INTRODUCCION

INTRODUCCIÓN


Quiero un libro escribir,
y soy un jubilado campesino
Musas, venir, venir,
y alumbrar mi camino
e inspirar, a este errante peregrino.

Por suerte desde niño,
en los agrestes campos he vivido
y, es verdad que cariño,
por el campo he sentido
y en él, la juventud he consumido.

Soy de la Poesía,
un fiel y perpetuo enamorado
que en contumaz porfía,
viviendo he alterado
con la pluma, la hoz y el arado.

A labrar elusiones,
aprendí de los clásicos Poetas
triturando renglones,
y midiendo cuartetas
aunque nunca, cual ellos, de completas.

Es demasiado estrecho,
el predio de mi campo cultural
y de él, no cosecho,
el áureo material
del que se hacen los versos de cristal.

Mí lírica no brilla,
carece de pedantes resplandores
es de arena y arcilla,
de espinas y de flores
de alegrías ,y tristeza sin sabores.

Eso es, cuanto de paso,
del olvidado campo he recogido
y al divisar mi ocaso,

el deseo he sentido
de un libro dejarlo reunido.

Aunque no tenga el brillo,
ni el fondo natural de un libro bueno
su léxico sencillo,
y de verdades lleno
lo pueden convertir, en libro ameno.

No uso el verso suelto,
ni el libre blanco que hoy se usa
ni el pensamiento envuelto,
me agrada en esa Musa
semiactracta , etérea y confusa.

Quiero el verso sujeto,
a la Métrica exacta en todo instante
de sentido concreto,
de agudo consonante
aunque deje de estar tan elegante.

Todo mi ser confiesa,
que escribir una obrita en poesía
es una ardua empresa,
una monomanía
que de moda se ha puesto hoy en día.

Le pediré ayuda,
a las cosas del campo que conmigo
han vivido, y sin duda,
saben lo que persigo
y de mis vagos sueños, son testigos.

Pájaros voladores,
ingrávidas e ingenuas mariposas
inmaculadas flores,
corrientes numerosas
que supisteis decirme tantas cosas.

También vendrán las Musas,
que tienen como templo, el helicón
ellas que tan difusas,

y tan pródigas son
harán realidad, esta ilusión.

La sabia providencia,
su hospitalaria puerta me irá abriendo
y a la benevolencia,
del lector me encomiendo
y a la dicha de Dios, sigo escribiendo.


José Sancho Rodríguez

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