martes, 12 de julio de 2011

SR. ALCALDE

AL SR. ALCALDE.

Cuentan que cuando llegó,
Sancho Panza a Abarataría
un gobierno estableció,
una cosa extraordinaria.

Pero el Ilustre Manchego,
acudió con su experiencia
mandándole a Sancho un pliego,
con una histórica advertencia.

Pues yo ni sabio ni loco,
como don Quijote estoy
pero me falta muy poco,
y a darte un consejo voy.

Si haces lo que te indico,
apostaré mi pescuezo
que al medio año estas rico,
si no te han llevado preso.

Tú eres amigo Antonio,
hombre honrado y caballero
pero te lleva el demonio,
con el maldito dinero.

No sabes lo que implantar,
ni sabes donde acudir
el deseo de agenciar,
no te deja de vivir.

Es ese un deseo bueno,
usado en horas propicias
pero sin perder el freno,
de nuestra propia avaricia,

Porque la avaricia suelta,
no resulta buena gala
el público a espalda vuelta,
con el dedo te señalan.

Tú cometes disparates,
que no caben en romana
pregonando tomates,
y papa por la mañana.

Aunque tú callas y apañas,
tampoco nada te pones
cuando restos de castañas,
vendes a pares y nones.

Y también de noche sabes,
meterte como un gandul
en los charcos tras las aves,
con la paleta y la luz.

Es cierto que poco brilla,
la actuación de un alcalde
convertido en monterilla,
y del cargo haciendo alarde.

Mas tampoco le da brillo,
según yo me considero
si con su caja y cepillo,
sales hecho betunero.

Afiánzate a la vara,
y empúñala a mano llena
vende la justicia cara,
y cóbrala como buena.

Que los pasos aproveches,
ni en las forzadas recetas
una rúbrica no eches,
por menos de cien pesetas.

Supuesto que no eres torpe,
no te vayas de ligero
y cuando asestes el golpe
dalo fuerte y bien certero.

Imponle el debido arresto,
lo mismo al grande que al chico

y no dejes que en el tiesto,
ninguno meta el hocico.

Mientras tengas el bastón,
no te andes con rodeo
y a esa corporación,
quítale ya el lambuceo.

Que en el pueblo no hay quien dude,
lo que sucede en abasto
al observar como acude,
cada cual con su canasto.

Dicen que a los concejales,
les llenan unas talegas
y que varios principales,
otras también les entregan.

Y a Juan pueblo se le encarga,
la suma correspondiente
para que el regalo salga,
de gratis completamente.

Todo esto está muy bien,
esta vida es un fandango
y el que coge la sartén,
se tizna y no suela el mango.

Y en tal estado de cosas,
algunos de estos señores
sostienen con sus esposas,
complicados sin sabores.

Las agraciadas, resulta,
que hacen el paso a lo vivo
una a otra no se ocultan,
el tipo de donativo.

Una a otra se confiesa,
chiquilla el mío anoche
trajo una talega tiesa,
y tuvimos el derroche.

La otra se calla al pronto,
pero le dice al marido
¡míralo! tu eres más tanto,
y mucho menos has traído.

Es que tú precisas mucho,
contesta el interpelado
acuérdate que el cartucho,
venía bien despachado.

Si otro día no me traes,
la talega en condición
sepas que por cuenta mía,
presento la dimisión.

Para que entre esa creí,
se terminen las rencillas
racionándolo como es ley,
con arreglo a las cartillas.

Estraperla tú las raciones,
y haz los números largos
que otros estraperlan vagones
teniendo más altos cargos.

No admitas ni una protesta,
sobre las escaleretas
ya que la obra no cuesta,
más de un millón de pesetas.

Di que no hay tales manejos,
que es un modelo español
sólo para que los viejos,
se puedan sentar al sol.

Con el ganado de enaguas,
debes de ser impecable
y referente a las aguas,
no permitas que se hable.

Que además que nos sustentan,
las diez fuentes principales

en nuestras calles revientan,
muy copiosos manantiales.

Y cuando llegue el verano,
no quedará una maceta
porque el chorro más cercano,
será allá el de la Juan Prieta.

Y si me encuentras castigo,
por el escrito presente
sepa que lo que yo digo,
lo dicen todas las gente.

Yo a la gente no la escucho,
porque si no me equivoco
echan por la boca mucho,
pero se meten muy poco.

Y aquí amigo terminé,
este consejo por hoy
sin saber donde empecé,
ni saber por donde voy.


Estos verso los escribe el Poeta Sancho por los años 1.950
a su amigo Antonio Alcalde de Villanueva de San Juan, no le callaron mal porque hacia lo que dice el poema, pero que tiempos aquellos.


José ancho Rodríguez

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