domingo, 31 de julio de 2011

EL PARQUE MALAGUEÑO

EL PARQUE MALAGUEÑO.


Yo tomé un tren en Bobadilla,
en un vagón de tercera
junto a la ventanilla,
con una viajera
que acordarme de ella no quisiera.

Ni rubia ni morena,
ni alta ni pequeña
de su guapeza llena,
y de ella muy dueña
con un modelo así, un santo sueña.

Una silvestre flor,
demasiado temprana
que esperando el calor,
del sol de la mañana
le sorprendió, la brisa trasmontana.

Supo borrar la huella,
que dejó en su hermosura
la inesperada aquella,
escarcha prematura
y émula llegó a ser, de una flor pura.

Como en todo viaje,
hablando de mis cosas
del cambiante paisaje,
ya rocas escabrosas
ya planicies, de huertas muy frondosas.

Junto codo con codo,
no vives satisfecho
volcán en erupción,
arrojando del pecho
el deseo, ardiente, lava hecho.

De novelesco modo,
y con la clave abreviada
nos lo dijimos todo,

sin preguntarnos nada
más que con el hablar, con la mirada.

Ya la locomotora,
con marcha trepidante
las montañas perfora,
pasa el puente colgante
y anunciaba el final, no muy distante.

Por Málaga la bella.
la feria discurría
como una inmensa estrella,
el parque relucía
en él, todo en amor se convertía.

Seguimos del gentío,
el loco torbellino
como un desvarío,
sin punto de destino
cual unos, caminantes sin camino.

Entre árboles y flores,
y fuentes luminosas
arcos de mil colores,
y estatuas de unas diosas
que deben su deidad, a ser hermosas.


Estos versos los hizo en una escapada el Poeta Sancho
cuando quedó perdió a su señora sin que los hijos supiéramos nada.


José Sancho Rodríguez.

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