En la misma plazuela,
donde me senté un día
con mi madre y mi abuela,
con mi prima y mi tía.
Senté me esta mañana,
entre gran bambalina
con mi esposa y mi hermana,
mí hija y mí sobrina.
Unos cuarenta años,
median de fecha en fecha
de cambios tan extraños,
jamás tuve sospecha.
A mi madre y a mi abuela,
sirva de procedente
del zapato la suela,
verle, no era corriente.
Con sus faltas talares,
cumplían sus deberes
sin visitar lugares,
impropios de mujeres.
Mi esposa y mi hermana,
mí hija y mí sobrina
a cual más casquivana,
por la moda se inclina.
Minifalda y descote,
y todo al intemperie
le resulta un azote,
a un hombre de mi serie.
Si los curiosos miran,
de forma pre cautiva
la falditas se estiran,
y vuelve irse arriba.
Porque siendo inmortal,
a todos, ver nos gusta
un pecho escultural,
y una piernas robusta.
Mí señora se extiende,
en consideraciones
y sus tesis defiende,
con dialécticos dones.
Dice que esto le pasma,
que antes la mujer
ni me gusta que haga,
la somática ofrenda.
Mí hermana y mí sobrina,
marchan en viento en popa
si triunfa su doctrina,
se ahorraran la ropa.
!Oh, tiempo incontenible!,
a tu paso me inclino
nada te es imposible,
como a un dios te imagino.
Segundo tras segundo,
me iré con tu carrera
y en este loco mundo,
sea lo que Dios quiera.
Bonita historia...José Sancho Rodríguez.
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