lunes, 13 de agosto de 2012
LA BELLA BERNARDINA
Yo conocí una dama,
llamada Bernardina
visible cual la llama,
de noche en la colina.
Todos los mozalbetes,
soñaban con la bella
los dimes y birretes,
cruzaban se por ella.
Un jurado tenía,
compuesto bueno sea
por su madre y su tía,
y el cura de la aldea.
Aquel triunvirato,
jurídico asesor
juzgaba al candidato,
que aspiraba a su amor.
Mas de cien pretendientes,
tuvo en sus mocedades
y algunas procedentes,
de altas sociedades.
Poro el lúbrico cerco,
mantuvo siempre en raya
aquel pronostico y terco,
Tribunal de la Haya.
Tantas observaciones,
hacían al sujeto
que en virtudes y dones,
ninguno era completo.
La joven ya no puede,
disolver el conjunto
y el conjunto no cede,
en su misión ni un punto.
Y el purpúreo carmín,
entre galanes tanto
marchitote y al fin,
quedase a vestir santos.
Y la gente decía,
a mí, no se me crea
que el santo que vestía,
fue el cura de la aldea.
Para el paso a la Gloria,
la adoptó por sobrina
y así pasó a la Historia,
la bella Bernardina.
José Sancho Rodríguez.
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