sábado, 24 de marzo de 2012

EL LABRIEGO



Que bien pintan los pintores,
la cabaña de un labriego
pero de su interior luego,
no pintan los sinsabores.

Pueblan sus alrededores,
de flores y de animales
y entre auroras boreales,
los grandes genios desgranan
paisajes donde dimanan
mil encantos terrenales.

Pero de puertas a dentro,
nadie copia la tragedia
que el clan de continuo asedia,
y que allí tiene su epicentro.

Cuando en la cabaña entro,
de algún labriego alcanzado
siempre me apena su estado,
y aún encuentro denigrante
de que un ser tan importante,
se tenga tan olvidado.

Y en invierno y en verano,
madrugar y trasnochar
y con paciencia esperar
hasta que limpia su grano.

Luego dice don fulano,
que no puede pagar más
y presionado por las
deudas que tiene a su cargo,
sigue su camino amargo
sin poder volverse atrás.

Un poco se desenreda,
para otro ciclo empezar
ni termina de pagar
ni una peseta le queda
y aunque esto le suceda
el labriego no se arredra
y trepa como la hiedra.

Uno y otro impedimento,
contribuyendo al contento
de quien a su costa medra.

El modesto productor,
contadas veces acierta
su vida es la lucha abierta
contra una fuerza mayor
contra el tiempo tan traidor
que en una u otra estación
ha de dejarse un jirón
por lo que siempre precaria
será su solución.

José Sancho Rodríguez.

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